El té blanco está considerado como el más exquisito y refinado de su clase, ya que está compuesto por los brotes más tiernos y jóvenes del arbusto Camelia Sinesis. En ellos se concentra la esencia y propiedades de la planta. Las tiernas yemas están cubiertas de una fina pelusa blanco-plateada, de ahí su nombre. Son recolectadas a mano y se les deja marchitar y secar de forma natural, en campo abierto.
El té blanco tiene un aroma fino, dulce y agradable y da una infusión muy clara.
Se produce principalmente en China, en las altas montañas de la provincia de Fujian. Su alto precio en el mercado se debe a su producción artesanal y al número de brotes de té que hacen falta para obtener una buena cantidad.
Entre las propiedades más destacadas del té blanco está su alto poder antioxidante y su alto contenido en vitaminas E y C. Las yemas de té contienen tres veces más polifenoles (un antioxidante muy potente) que el té verde. Por ello podemos decir que el té blanco ayuda a combatir el envejecimiento celular e incluso contribuye a aumentar las defensas. Es uno de los antioxidantes más potentes que nos ofrece la naturaleza, todo un auténtico “elixir de la juventud”
Por otra parte, el té blanco contiene la mitad de teína que el té verde, reduciendo así los efectos secundarios de la misma.